jueves, 27 de diciembre de 2012

El mejor regalo

Hace un tiempo mi padre me regaló una medalla. En realidad íbamos a la tienda a comprar medallas para otras personas, medallas que mi papá tenía que regalar para un grupo de alumnos.
La señorita le dijo que por la compra de todas esas medallas, le podía dar otra por menor precio. Mi padre nunca acepta esas cosas. Él es el tipo de persona práctica que compra lo que se necesita.

Son raras las ocasiones en que mi padre me ha regalado algo sin sentido. Siempre han sido regalos que he pedido y que sabía que serían útiles. Laptop, ropa, celular. Mi padre siempre ahorra (él nos mantiene a salvo de la inminente bancarrota en la que caeríamos con mi madre comprando al ritmo que compra). Ok, tal vez exagero, pero es con propósitos de que se entienda, en serio.

Pero no ese día. Ese momento, mi padre volteó a verme y dijo que quería la otra medalla. Y la quería con una virgen que significa mucho para mi familia y para mí, porque me nombraron por ella. Verán, yo me iba a morir al nacer. Mi madre es médico y sabe que fue un parto difícil. Y ella creyó que iba a morir. Y entonces, camino a la sala, vio a la virgen. Y le dijo que, a pesar de que tenían mi nombre planeado desde hace mucho, ella le prometía que si yo vivía, llevaría su nombre. Y sí, hasta ahora todos dicen que me salvó la Virgen del Carmen. Y , mi padre me compró esa medalla. Y le hizo grabar mi nombre detrás.

La llevé todo el tiempo. No importaba si iba a la universidad o me vestía para una fiesta. No importaba si no combinaba. Siempre iba conmigo. Mi padre nunca regala cosas superfluas. Y tener ese regalo....era hermoso.

Un día, de esos en los que solo quieres esconderte bajo tu manta y quedarte hasta que todo pase, la argolla que unía el dije con la cadena, se rompió. Y la perdí. Pocas veces me he sentido tan mal al perder algo.
Casi nadie entendía por qué me preocupaba tanto por una medalla. Una simple medalla.

No me volví a comprar otra.

Volví a casa de mis padres por vacaciones. Mi padre preguntó qué quería por navidad. Pude pedir muchas cosas, como mi hermano. Cosas que costarían dinero que no quería gastar de mis ahorros y que podría obtener gracias a esa oferta de regalo. Pero no lo hice.
Obviemos el suspenso: le dije sobre la medalla.

Así que, bueno, esperaba que me diera una medalla nueva por navidad. Pero no. Mi padre no lo hizo.
Me alcanzó un paquete. Cuando lo abrí dijo:

"A falta de una, deberías tener dos medallas".

Había dos cajas en el paquete.


Pd. Amo a este hombre. En serio. Gracias por elegirlo mamá.

Pd2. Feliz navidad (atrasada) y Feliz Año Nuevo (adelantado).

miércoles, 19 de diciembre de 2012

Hoy, después de tiempo, respondí comentarios.

Tal vez no pude decirle a cada uno que me alegraron el día, que me sacaron sonrisas, ni que cada uno fue como recibir un abrazo virtual, pero al menos he dicho gracias.

Y gracias también a esos lectores que a veces sobrevuelan por aquí, en silencio, a hurtadillas pero al menos pasan.

Los quiero a todos (sentimental #modeon)

Un día


El día que me enamoré de ti fue como cualquier otro. Y lo descubrí leyendo un libro. O lo admití, para ser más clara. Lo estoy. Estoy enamorada de ti. Pero no hay problema. Nada de qué preocuparse. Es solo ese tipo de amores famélicos, surgidos de los que van por allí buscando alguien para compartir una vida, una sonrisa. Esos amores sin esperanzas que se mantienen vivos a punta de las sobras que recogen de algún campo marchito. Esos amores que buscan la muerte con desesperación. El final de su existencia a manos de amores más poderosos, de los que son correspondidos, de los que laten juntos. Que los ciegue por su resplandor y convierta su triste y patética existencia en un buen recuerdo. Eso es lo que buscan ser. Un recuerdo que los haga sonreír, un deseo que ya no duela en lo más hondo del alma. Lo ansían desesperadamente. Porque mientras solo existan ellos, nada podrá florecer en el campo marchito que habitan. A veces, entre espejismos, lo ven venir. Y sueñan con que ese otro poderoso amor, los derroque, los destruya, los transforme. Aunque a veces entre sus pesadillas, se cuela la idea de que un día despierten convertidos no en un buen recuerdo, sino con la sorpresa de un corazón junto al suyo, con la desconocida y utópica sensación de ser un alma completa al fin.

Pero no debo preocuparme. Ni debes preocuparte. Este morirá.

Valeria en Tardes de Verano

lunes, 17 de diciembre de 2012

viernes, 14 de diciembre de 2012

Hoy


Hoy soñé contigo.
Hoy me desperté con tu sabor en los labios y tu olor en el alma.
Hoy te vi sonriendo y diciendo que me querías.
Hoy soñé que te quería.
Hoy me di cuenta que se pude tener dulces sueños y pesadillas al mismo tiempo.
Hoy te extraño.
Hoy fue extraño.
Hoy me desperté contigo sin ti.

lunes, 10 de diciembre de 2012

Creo que ya sé por qué los niños muy pequeños me estresan tanto.
No saben leer y no puedo darles un libro para que disfruten.
Y tampoco me escuchan leer si el libro no tiene dibujos.
Tal vez solo es cosa de quitarme el odio poco interés por las barbies.
O tal vez simplemente no es lo mío.

viernes, 7 de diciembre de 2012

Mi ciudad natal

Nostalgia.
Eterna nostalgia.
Necesito verte.
Sentir tu sol en mi piel.
Respirar el aire fresco.
Recorrer tus calles.
Abrazarte.
Paciencia.
Solo espera un poco más.
Mañana.

sábado, 1 de diciembre de 2012

Había olvidado el olor de las clínicas (y el brillo del suelo).
Había olvidado el exacto color verde de las enfermeras (y sus miradas vacías cuando les preguntas si todo va bien).
Había olvidado los médicos que pasan rápidamente (sin fijarse en nadie).

Pero, sobre todo (con lo rápido que me enfermo), había olvidado lo que se siente no ser el paciente, sino quien está en la sala de espera. Quien sigue con la mirada ansiosa a las enfermeras esquivas y los médicos huidizos. Quien salta cada vez que se abre el ascensor. Quien frunce la nariz ante el olor a limpieza desinfectada y se marea con el brillo en las baldosas.

Al menos no duró mucho. Eso tengo que repetirlo: pudo ser peor. Se va a mejorar. Todo va a estar bien.