viernes, 10 de agosto de 2012

"Quiero hacer algo con mi cabello"....parte II

¿Recuerdan esa famosa peluquería en la que tuve que sacar cita con dos meses de anticipación?

Bien. Allí estuve el día indicado. Me escapé Salí del trabajo y fui. Fue rico ser tratada tan bonito. Esa gente está acostumbrada a tratarte como si fueras el dueño de la tienda. 

Primero, dicen que quien quiere celeste, que le cueste. Pero a mí me la asignaron sin trámite (suertuda yo).
Celeste me cayó de putamadre. Tal vez tuvo que ver con la experiencia que parecía tener en aplicar tratamientos capilares. O  quizás fue porque me decía "nena" y yo termino irremediablemente enamorada de cualquiera que me diga así.

A todo esto, Celeste era más "linda" que yo. Nada le quitaba su cabello perfecto, su nariz perfilada, su metro ochenta ni su cintura de envídiame-mira-lo-flaca-que-se-puede-llegar-a-ser-sin-morir-en-el-intento. Me hubiera pisoteado la autoestima si no fuera porque Celeste era un travesti y me convencí de que ese detalle hacía que no jugáramos en las mismas ligas (déjenme ser feliz creyéndolo).

Celeste era una experta. Así que me limité a asentir a todo lo que decía.

-Nena, ¿podrías mover tu cabeza más acá?
-Nena, tu cabello va a sonreír después de esto.
-Ay nena, ¿tienes idea de qué corte te hago?

Y ahí andaba yo, sintiéndome feliz. La imagen del espejo, con mi cabello apuntando en todas direcciones era perfecta dentro de mis límites (me gustan los cortes que me hacen ver despeinada porque así tengo excusas para no perder tiempo con el peine).

Celeste me despidió con un: "Y ahora ya puedes respirar tranquila, nena". 

Todo para que al llegar a casa mi primo me mirara y dijera: "pareces la mala de una telenovela".


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