Y,
maldita sea, amo cómo besas.
No solo por tus labios, sino por tus dedos, la
palma de tu mano, tu calor, la forma en que me abrazas, cómo me jalas por la
cintura para acercarme a ti, cómo tengo que ponerme de puntillas para besarte o
cuando juegas con mi boca un juego tan intenso que de pura suerte no muero por
combustión espontánea.
Amo cada segundo en que me haces sentir que podría
besarte por siempre.
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