A veces solo piensas que todo será más traumático(slash)doloroso(slash)difícil.
Y no termina siendo eso lo que importa.
domingo, 24 de marzo de 2013
sábado, 23 de marzo de 2013
—¿Me podrían decir tres cosas que les gusten del otro?
—Me gusta que no le guste el helado de fresa, que decida si leer o no una historia de acuerdo a lo que encuentre en la página 45 y que cuando se aburre inventa historias sobre la gente que va pasando.
—¿Y a ti?
—Me gusta que no le guste su risa, que siempre encuentra una forma de comer sin parar mientras lee y la mirada que pone cada vez que ve un gato.
—Me gusta que no le guste el helado de fresa, que decida si leer o no una historia de acuerdo a lo que encuentre en la página 45 y que cuando se aburre inventa historias sobre la gente que va pasando.
—¿Y a ti?
—Me gusta que no le guste su risa, que siempre encuentra una forma de comer sin parar mientras lee y la mirada que pone cada vez que ve un gato.
—Te extraño
Extraño los juegos tontos (y correr libres).
Extraño las risas simples (y las carcajadas que nos dejaban con dolor de estómago).
Extraño los atardeceres (y que nunca te detuvieras a mirarlos conmigo).
Extraño los recuerdos compartidos (y los que tanto deseamos olvidar).
Extraño las ganas de quererte cerca (y de poder maldecir los centímetros).
Extraño estar en tus brazos (y que insistieras en que nunca te molestaba).
Extraño quedarme sin aliento (y disfrutarlo).
Extraño tus labios finos (y tus besos rápidos).
Extraño tu cabello (y mis dedos perdiéndose en él).
Extraño cómo me hacías sentir (y pensar que podía acostumbrarme).
Y, lo siento, pero eso no significa que te extrañe a ti.
—Gracias
Extraño los juegos tontos (y correr libres).
Extraño las risas simples (y las carcajadas que nos dejaban con dolor de estómago).
Extraño los atardeceres (y que nunca te detuvieras a mirarlos conmigo).
Extraño los recuerdos compartidos (y los que tanto deseamos olvidar).
Extraño las ganas de quererte cerca (y de poder maldecir los centímetros).
Extraño estar en tus brazos (y que insistieras en que nunca te molestaba).
Extraño quedarme sin aliento (y disfrutarlo).
Extraño tus labios finos (y tus besos rápidos).
Extraño tu cabello (y mis dedos perdiéndose en él).
Extraño cómo me hacías sentir (y pensar que podía acostumbrarme).
Y, lo siento, pero eso no significa que te extrañe a ti.
—Gracias
lunes, 18 de marzo de 2013
¡Qué diablos!
—¿Hola?
Le late el corazón con su voz y trata de esbozar solo una sonrisa pequeña, no la que lucha por salir de sus labios, extendiendo cada comisura hasta destrozarle las mejillas.
—Te extraño—son las palabras que se escapan entre sus dientes.
Casi puede verlo sonreír.
—Aún tienes tiempo, cambia el boleto.
Ella abarca con la mirada la estación y revisa la hora.
—No puedo, pero...pensaba que estabas aquí.
—Estoy en Terramar. Deberías venir.
Oh, ese libro. Lleva queriendo leerlo desde hace años.
—Tal vez vaya—acepta—. Y me darás un beso en la comisura derecha del labio.
Disfruta con el puchero que está conteniendo para ella.
—No quiero ser predecible. No contigo.
—Ya me sorprendes cada día. No necesito más.
Sigue enfurruñado.
—No. No quiero. Mmm....
—Me gusta que me beses la comisura del...
—Codo.
Aquello la desconcierta un minuto hasta que oye las palabras junto a su oído.
—Te beso delicadamente la parte anterior del codo. Subo por tu brazo, recorriendo el húmero con mi imaginación. Me detengo en tu cuello, intento sentir los latidos de tu yugular en mi lengua. Tu respiración ensanchando levemente, con rapidez, los músculos de tu cuello. Te abrazo. Te muerdo la oreja, suavizando un poco la presión con mi lengua. Luego, la dejo recorrer los pliegues desde la hélice, para regresar a tu lóbulo y susurrarte un "Muah".
—...
—¿Hola?
—Eso ha sido espectacular.
—Tuve que suprimir la parte en que te mordía el cuello porque mi imaginación se disparaba
—Te das cuenta que me estás transformando en un flan aquí, ¿verdad?
—Te comeré de un bocado
—Te debo un dulce y largo beso por tener siempre las respuestas perfectas.
—No lo son. Por ejemplo, no sé qué responder a eso. ¿Gracias? De todos modos, te creo.
—Que me quieres suele ser la respuesta perfecta.
—Te creo, te quiero...suenan muy parecido.
—Bueno, Marilyn Monroe dijo una vez: "Has notado como "Qué diablos" es siempre la respuesta correcta?"
—Quedaría extraño que me dijeras que me debes un beso y yo respondiera "qué diablos".
—¿Ves? Sigues teniendo las frases perfectas.
—¡Qué diablos!
Hay un silencio que se muere por destrozar. Lo rompe él.
—Seguiremos en contacto, ¿verdad?...oh, me gusta cómo suena esa frase.
El fantasma de sus dedos sobre su piel le provoca un estremecimiento. Va a responder cuando un timbre alto en los altavoces la interrumpe.
El fantasma de sus dedos sobre su piel le provoca un estremecimiento. Va a responder cuando un timbre alto en los altavoces la interrumpe.
—Anunciamos la salida del vuelo 959 con destino....
—Debo irme.
—Cuídate. Te quiero.
—Te creo.
Con un último suspiro que libera un beso que sale volando en busca de su destinatario, cuelga el teléfono.
jueves, 14 de marzo de 2013
domingo, 10 de marzo de 2013
Escenario:
Una mujer mayor (no tanto, digamos que en los 50's) viendo una vieja telenovela.
Otra mujer (joven) cruza frente al televisor y se detiene a ver una escena en la que una mujer y un hombre (en sus 30's) se besan apasionadamente mientras un tercero, vestido de azul, los mira de lejos. El programa va a comerciales. La mujer mira a la joven y señala la pantalla.
—Ella antes estaba con el de azul, el hombre que los miraba escondido.
La joven asiente y la mujer mayor suspira.
—Todas las mujeres deberíamos ser así. Que nos deje uno y conseguirnos a otro al toque.
La joven lo piensa un segundo y sigue la dirección del dedo hacia la pantalla, donde una marca de leche anuncia los beneficios de ser alto.
—¿No somos todas las mujeres así?
Una mujer mayor (no tanto, digamos que en los 50's) viendo una vieja telenovela.
Otra mujer (joven) cruza frente al televisor y se detiene a ver una escena en la que una mujer y un hombre (en sus 30's) se besan apasionadamente mientras un tercero, vestido de azul, los mira de lejos. El programa va a comerciales. La mujer mira a la joven y señala la pantalla.
—Ella antes estaba con el de azul, el hombre que los miraba escondido.
La joven asiente y la mujer mayor suspira.
—Todas las mujeres deberíamos ser así. Que nos deje uno y conseguirnos a otro al toque.
La joven lo piensa un segundo y sigue la dirección del dedo hacia la pantalla, donde una marca de leche anuncia los beneficios de ser alto.
—¿No somos todas las mujeres así?
sábado, 9 de marzo de 2013
"¿A dónde me llevará este link?" es, probablemente, la pregunta que te estabas haciendo hace diez segundos .
Bueno, hola.
Algún día me pediste que cuando entendiera lo que me dijiste aquel día (y me escribiste después), te avisara. Sí, ese día.
Tengo miedo de volver a hablarte. Tengo miedo de que me encuentres así después de tanto tiempo.
Pero ya es hora de perdonarnos, porque al fin y al cabo, por fin te entiendo.
Y, si lo que me pasa es siquiera una sombra de lo que te pasó conmigo, entonces, maldita sea, no tienes idea de cuánto lo siento. Aunque de nuevo, ya entiendo que esas dos palabras no sirven de nada. Ni para ti ni para mí. Pero tal vez es hora de dejar de decirlas y dejar de sentirlas. Podemos solo ser y estar, aunque nunca hayamos sido ni estado.
Tal vez encuentre que has cambiado. Estoy segura que yo lo he hecho.
¿Lo hacemos desde el principio de nuevo? Siempre fue fácil simplemente respirar a tu lado, y no sé si aparezco en los peores momentos pero tengo conmigo un cupón que puedes canjear cuando quieras para verme al final del arcoiris. Y, aunque no lo creas, tal vez ni siquiera necesitemos que deje de llover para verlo. Mi cinismo y tu optimismo siempre fueron una buena combinación destinada al fracaso. Ahora tengo mucho de ambos. Ahora, tal vez seamos una pésima combinación sin destino.
Un beso, y una sonrisa de tu ratona favorita, que olvidó su papel y no cayó en la trampa con el mejor queso del mundo. Pero te pide que la entiendas, porque no sabía de trampas, de quesos ni de nada.
Bueno, hola.
Algún día me pediste que cuando entendiera lo que me dijiste aquel día (y me escribiste después), te avisara. Sí, ese día.
Tengo miedo de volver a hablarte. Tengo miedo de que me encuentres así después de tanto tiempo.
Pero ya es hora de perdonarnos, porque al fin y al cabo, por fin te entiendo.
Y, si lo que me pasa es siquiera una sombra de lo que te pasó conmigo, entonces, maldita sea, no tienes idea de cuánto lo siento. Aunque de nuevo, ya entiendo que esas dos palabras no sirven de nada. Ni para ti ni para mí. Pero tal vez es hora de dejar de decirlas y dejar de sentirlas. Podemos solo ser y estar, aunque nunca hayamos sido ni estado.
Tal vez encuentre que has cambiado. Estoy segura que yo lo he hecho.
¿Lo hacemos desde el principio de nuevo? Siempre fue fácil simplemente respirar a tu lado, y no sé si aparezco en los peores momentos pero tengo conmigo un cupón que puedes canjear cuando quieras para verme al final del arcoiris. Y, aunque no lo creas, tal vez ni siquiera necesitemos que deje de llover para verlo. Mi cinismo y tu optimismo siempre fueron una buena combinación destinada al fracaso. Ahora tengo mucho de ambos. Ahora, tal vez seamos una pésima combinación sin destino.
Un beso, y una sonrisa de tu ratona favorita, que olvidó su papel y no cayó en la trampa con el mejor queso del mundo. Pero te pide que la entiendas, porque no sabía de trampas, de quesos ni de nada.
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