miércoles, 1 de agosto de 2012


Hoy soñé con mi padre.

Él estaba sentado en uno de los sofás que teníamos en nuestra gigantesca y hermosa casa en el pueblito donde crecí. El sillón, sin embargo, estaba en medio del huerto-jardín que había en la parte de atrás de esa casa.

No sé por qué, yo tenía una hoja y un lapicero. Y los guionistas de mis sueños NECESITAN explicarme por qué carajos estaba yo escribiendo en ella una lista de todos los chicos que me gustaron/me gustan/les-tengo-ganas.

Era una cosa muy detallada (con pros y contras de cada uno), y un casillero final que decía: DECISIÓN. Pero yo no llené ese casillero, solo me levanté y se la di a mi papá.

Mi padre sí lleno el famoso casillero. Empezó a poner cosas como: "De NINGUNA jodida manera" (en rojo). O “aceptable pero tiene que hacer méritos”. O (morí con esta) “¿estabas borracha?”.
Se reía mientras leía, en plan: ¿en serio quieres que acepte a este ridículo? O alzaba los ojos al cielo como quien dice: “¡ay! ¿quién entiende a esta muchacha?”.

Finalmente me devolvió la hoja. Recuerdo pocos de los nombres que le pasé. Algunas opiniones me sacaron carcajadas. Otras, quise abrazarlo fuerte (pero con cuidado, que la última vez que mi madre lo hizo, le rompió los lentes).

Al final de la hoja había un gran: “Papá te quiere mucho. No lo olvides”, en esa letra hermosa que sólo él logra conseguir.

Y después de revisar toda la columna “decisión” me di cuenta que mi padre no había aceptado a nadie.

Tu hija te quiere mucho, papi.

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