jueves, 2 de mayo de 2013

Es divertido ver cómo cuando nada importaba (demasiado), ellos me dejaban en paz (o al menos no me perseguían con tanto odio). Cuando era feliz pero no me sentía tan viva (ni extática, ni radiante, ni con ganas de sonreírle hasta a los fantasmas que no son amables), solo venían como un médico que pasa a comprobar que su paciente muere como se espera.

Ahora, que soy realmente feliz (que sonrío en los momentos más extraños, que apenas me reconozco a mí misma, que tengo un nido de cachorritos y gatitos viviendo en las venas), es como si fueran tiburones oliendo la sangre. O, siendo más exactos, criaturas que se alimentan de mi felicidad (mientras puedo tenerla) cuando no puedo defenderla.

Es eso. Se alimentan de mis sonrisas y me crean los peores momentos. Los guionistas de mis sueños son dementores.

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