A veces duele saber que la otra persona no siente con la misma intensidad que tú.
Que una sonrisa floja suya es una luz en tu camino.
Que una mirada dulce mueve la tierra bajo tus pies.
Que una palabra amable, incluso en el más insípido momento, envía escalofríos por tu cuerpo.
Que una risa que ya no recuerdan, es una sinfonía perfecta en tu memoria.
Que una caricia que te estremece es solo un movimiento sin importancia.
Que un beso que borra el mundo para ti, para ellos es solo un roce de labios.
Y no lo entiendes, pero lo soportas. Hasta que tu alma se cansa de recoger migajas que el otro ni siquiera se da cuenta que lanza. Hasta que entiendes que nada va a cambiar, que muchas veces solo vivimos acumulando migajas y lanzando otras sin notarlo. Que no te gusta vivir de rodillas. Y entonces abres los ojos y se te parte el corazón. Pero como te has acostumbrado a recolectar pedazos, sabes cómo juntarlos. Deja de importar que el resultado sea terrible.
Hoy te digo lo mismo. Encontraré una forma de volver a unir mi corazón, pero no vas a ser quien lo haga por mí. Y, con eso, aún te quiero.
Pd. Un beso, ratona. De esos que te lanzaban a mis brazos, pero a mí....a mí me lanzaban al espacio.
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